Compartimos el testimonio vocacional de Cristhian Castellanos Pérez, seminarista de la etapa propedéutica de la Arquidiócesis de la Habana.

Gracias Señor, porque has tomado mi barro roto, me has desecho y ahora intentas reconstruirme, gracias Señor porque siendo barro me recuerdas de dónde vengo y a dónde voy, me dices que mi barro puede llegar a ser una vasija donde guardar tu tesoro.

Siempre digo que si hay algo que hace reir mucho a Dios es escucharnos hacer los planes de nuestra vida. Y es que en dibujar la vida, hacer planes de futuro, organizar la existencia… en estas cosas los seres humanos somos muy creativos. También yo, ser humano al fin, soy creativo… muy creativo. Ya tenía una vida bien organizada, soñada, y como buen cubano, fuera de esta Isla que tanto amammos. Así es como comienza a tomar sentido la frase que después se convertiría en el resumen de mi corto camino vocacional. Has recibido un destino de otra palabra más fuerte, es tu misión ser profeta, palabra de Dios viviente.

En el inicio de mi proceso vocacional no hubo experiencias místicas, quizás porque Dios bien sabía de que barro estaba hecho. Él sabía que con ejemplos concretos de personas en mi vida, que hoy ya no están entre nosotros, me conquistaría. Bien sabía que viendo a un sacerdote cortando un árbol, los rostros de las ancianas de las comunidades dónde animaba, descubriría algo por lo que querer servirle de otro modo. O quizás al ver la alegría de los niños al contar el relato de la Navidad, o el entuciasmo del grupo de la tercera edad al ver los niños actuar. Lo cierto es que Dios se las arregló para que le entrara el agua al coco. La verdad es que ni por enterado me di, solo sé que pasó.

Cierro los ojos y veo tantas persona, tantos gestos, tantas cosas lindas y palabras que precedieron mi respuesta que solo puedo decir como san Pedro: «Sí Señor tu sabes que te quiero«. Hoy te digo aquí estoy Señor, en esta Isla que Tú tanto has amado, dame el don de la perseverancia para servirte en medio de este pueblo que tanto te necesita.

Tú lo sabes todo, Tú sabes que quiero ser un vaso nuevo, que quiero darme por completo a ti y poder estar cada vez más unido a ti como el barro en las manos del alfarero.

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