¿Alguna vez te has preguntado…?

Es posible que, si has entrado en esta sección, es porque alguna vez te hayas preguntado si tal vez tú pudieras ser sacerdote. Nos encantaría tener una respuesta rápida y concisa, pero la vocación es un misterio que sólo desde la fe se empieza a comprender. Y si alguna vez te lo has preguntado, sólo podemos decirme que has hecho bien, porque todo joven debe preguntarse a qué le llama el Señor.

Todos tenemos vocación

Sí. Dios, que nos ha llamado a la existencia, nos ha llamado también, en Cristo, a ser sus hijos. En el Bautismo todos hemos recibido la vocación de ser hijos de Dios. La vida del cristiano es saber que Dios cuenta con él para dar testimonio de la resurrección en el mundo. Eso sólo es posible si seguimos a Jesús en su evangelio, como discípulos suyos. Y es en ese seguimiento donde cada uno descubre su particular misión, su propia «vocación» que proviene de Dios. A uno los llama a ser sacerdotes, a otros a formar una familia o a trabajar por el Reino en la vida de cada día, a otros llama a la consagración monástica, a otros a la vida religiosa… Todos tenemos una vocación única y particular, pero debemos descubrirla con la ayuda de la Iglesia.

¿Qué es un sacerdote?

Decía Benedicto XVI: «Quien quiera ser sacerdote debe ser sobre todo un “hombre de Dios”, como lo describe san Pablo. Dios se ha manifestado en Jesucristo. En el rostro de Jesucristo vemos el rostro de Dios. En sus palabras escuchamos al mismo Dios que nos habla. Por eso, lo más importante en el camino hacia el sacerdocio, y durante toda la vida sacerdotal, es la relación personal con Dios en Jesucristo. El sacerdote no es el administrador de una asociación, que intenta mantenerla e incrementar el número de sus miembros. Es el mensajero de Dios entre los hombres. Quiere llevarlos a Dios, y que así crezca la comunión entre ellos».

El proceso del Seminario

El proceso en el seminario tiene por objetivo tanto ayudarte a discernir tu vocación al sacerdocio como prepararte para el mismo. La Iglesia, en la persona del obispo, de los formadores, profesores y de la misma comunidad educativa, te irá guiando poco a poco. Las etapas en el seminario son tres. Tras un año introductorio, que llamamos «propedéutico», pasarás a la segunda etapa, llamada «discipular». En ellas se hace el discernimiento de la vocación, a la vez que cultivas todas las dimensiones de la vida de formación. La última etapa, llamada «configurativa», te ayudará a ir forjando el corazón según el deseo de Cristo, para ser servidor suyo. Pero la formación no termina nunca, pues siempre necesitamos hacernos más semejantes a Jesús, tanto en el seminario como en la vida sacerdotal.

¿Qué hago si creo que Dios me llama a servirle como sacerdote?

Ante todo, ora al Señor desde el corazón, y muéstrate disponible para lo que él pida de ti. Después, habla con tu párroco o con un sacerdote que conozcas, para que te ponga en contacto con el encargado de vocaciones de tu diócesis. Ellos sabrán acompañarte en este momento inicial.